jueves, 25 de marzo de 2010

AK 100




(...) Sólo recuerdo una escena, pero eso sí, muy vivamente.
Ocurrió en un cruce de tranvías. El paso se cerró y al otro extremo de las vías se quedaron mi padre, mi madre y mis hermanos. Entre donde yo estaba y donde estaba mi familia había un perro blanco correteando por las vías de un lado para otro, meneando el rabo. Después de haber repetido esta operación varias veces, y en el momento en que se dirigía hacia mí, de repente pasó el tranvía como un rayo. El perro cayó ante mis ojos dividido en dos. Murió al instante. El cuerpo de la bestia quedó redondo y de un rojo brillante, como el de un atún troceado para preparar sashimi.
No recuerdo ningún acontecimiento posterior a este horrible espectáculo. Probablemente me impresionó tanto que me hizo perder el conocimiento. Pero tengo el vago recuerdo de que después desfiló ante mí una larga serie de perros blancos, metidos en cestas, traídos en brazos de la gente, con correas. Parece ser que mi padre y mi madre querían regalarme un perro blanco, como el que se había muerto. Según mis hermanas mayores no mostré ninguna gratitud por sus esfuerzos. Todo lo contrario, cada vez que veía un perro blanco me dejaba llevar por un arrebato de histeria, y me ponía a llorar gritando:"¡ No ! ¡No!".

¿No hubiera sido mejor, quizá, que me hubieran regalado un perro negro en vez de uno blanco? Está claro que los perros blancos me recordaban lo ocurrido. (...)


Fragmento de "Autobiografía (o algo parecido)".