lunes, 28 de junio de 2010

¡Viva el Mal! ¡Viva el Capital!



(...) En 1972, el escritor Jonathan Swift escribía en su Proyecto orientado a evitar que en Irlanda los hijos de los pobres sean una molestia para sus padres o para su país; y orientado a conseguir que se conviertan en un beneficio público, en el que se proponía convertir a los niños de los pobres en alimento de las clases más afortunadas: "De un niño se pueden sacar dos platos para un banquete entre amigos, y si la familia come sola, la pechuga y la pata son suficiente plato, y aderezados con un poco de sal y pimienta y hervidos, pueden estar muy sabrosos al cuarto día, sobre todo en invierno". Eran mejores tiempos y la broma y la exageración podían todavía llevar la luz a las conciencias. Si yo hoy escribiese todavía mis "Electroduendes" y la Bruja Avería pidiese en uno de los guiones liofilizar a los niños de Somalia o del sur del Súdan para venderlos como dieta alimenticia baja en calorías para las anoréxicas adolescentes
de nuestras discotecas, no puedo estar seguro de que se no se haya hecho ya o de que no se esté haciendo. Pero -y esto es lo peor- ya no puedo estar seguro de que se tome a broma. Las bolitas de mercurio que vuelven a la Historia fundidas por la crisis pueden leerlo como una propuesta o incluso como una consigna. Los "humaritarista", por su parte, pueden reprocharme un inconsciente racista. La broma, quién sabe, puede acabar siendo votada por el Consejo de Seguridad de la ONU... (...)

(...) Un mundo en crisis es un mundo que no se deja caricaturizar. (...)

Santiago Alba Rico, fragmento de su libro "¡Viva el Mal! ¡Viva el Capital!".