viernes, 7 de octubre de 2011

Un paso más allá (fragmento artículo Manuel Hidalgo)


(...) El árbol de la vida -frente al prohibido árbol de la ciencia- era el árbol cuyos frutos estaban recomendados para Adán y Eva, pues significaba el conocimiento, la ley y la voluntad de Dios.

   ¿Cómo intentar recuperar el árbol de la vida, ser feliz pese al dolor y ser inmortal pese a haber comido del árbol de la ciencia? De eso trata la película de Malick, que recoge la línea temporal del cosmos -con la civilización en medio- para seguir la peripecia del Hombre y de una familia, del nacimiento a la muerte. No es un juego de palabras, pero la película tiene una estructura narrativa y temática arborescente. Ofrece frutos para elegir, con independencia de entender o no. Es una sinfonía, un poema de agua, aire y tierra. Y también una plegaria.

Es una película para quien tiene paciencia y capacidad contemplativa, para quien puede llegar a elaborar ideas a partir, sobre todo, de una experiencia sensorial y emocional. Lo que dice es sencillo: ama, sé bueno, haz las cosas bien, perdona. Los gestos del amor, el tacto del amor sobre los cuerpos. Ése es el antídoto contra el dolor y contra la muerte. De ahí surgen, también, la belleza y la bondad. El árbol de la vida no es una película pretenciosa, es muy ambiciosa. No es perfecta, es irresistible. No exige compresión, propone una conmoción que reaviva la inteligencia y la conciencia.


Manuel Hidalgo




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