lunes, 30 de mayo de 2011

Restless Farewell



(...) Oh a false clock tries to tick out my time
To disgrace, distract, and bother me.
And the dirt of gossip
blows into my face,
And the dust of rumors covers me.
But if the arrow is straight
And the point is slick,
It can pierce through dust
no matter how thick.
So I'll make my stand
And remain as I am
And bid farewell and not give a damn.


(...) Oh, un falso reloj trata de marcarme el tiempo
para desgraciarme, distraerme y aburrirme
y la porquería de los chismes
me salpica la cara
y me cubre el polvo de los rumores
pero si la flecha es certera
y el fin acertado
puede atravesar el polvo
no importa su espesor
así que me mantendré en mis trece
y seguiré siendo como soy
y diré adiós y me importará un bledo.



Bob Dylan

Rimbaud


(...) “El hombre está maleado, dijo Rimbaud, y advirtió que “hay que cambiar la vida”. Y se derramó en vómito sobre las mesas donde “arreglaban” el mundo (entre vino y sonrisas complacientes) los literatos de salón. Porque Rimbaud era definida e irremediablemente un poeta de calle, de los miserables, de los que atraviesan el fuego interior. Y desde las catacumbas de la existencia sienten el insoportable dolor de los otros. (...)

(...) Y Rimbaud sabía que la sensibilidad estaba a prueba. Te la quebramos o te la estupidizamos; he ahí el dilema. Y el poeta renunció a una y a otra opción convirtiéndose en literatura. Si el sistema de deshumanización nos impone dureza (el todos contra todos), nuestra respuesta (desde la sensibilidad) ha de ser fuerte y estratégica. No hay contrasentido en belleza y resistencia. Por ello Rimbaud implosionó la palabra y resurgió de sus cenizas. Esa desde siempre fue su inquietud: ser él, en conciencia y cuerpo, poesía en movimiento, libre pero tangible, hecha persona.

Hoy la realidad (que nos impone el sistema de consumo) es mucho más dura que ayer. La vida la regula un ultracorservadurismo internacional disfrazado de democracia. El fascismo se ha puesto traje de “señor correcto y legal”. Y gobierna el mundo. Es un instante para que los inconformes nos implosionemos, como Rimbaud, resurjamos de las cenizas convertidos en materia poética y entremos a las ciudades dispuestos a defender la vida.


Edgar Borges, revista destiempos.com