sábado, 1 de octubre de 2011

“LA FILOSOFÍA consuma la ruptura con los ídolos”.


Entrevista con René Schérer (2007) 


(...) Usted distingue al intelectual que se adhiere a un partido político del intelectual que emprende un compromiso creativo e inventivo, en el que el filósofo define su propia acción. Usted ha probado ambos y elegido la segunda opción. ¿Por qué?
RS.- Mis pensamientos no están completamente determinados, pues han variado conforme envejecía. Al principio, cuando era joven, entendía el compromiso en un sentido sartreano. Sartre jamás se afilió a partido alguno, pero definió su compromiso en relación con el Partido Comunista. Yo estuve en el Partido Comunista, pero la cosa no funcionó y lo abandoné en 1954. Desde entonces no he vuelto a afiliarme a ningún partido o movimiento existente. Siempre he pensado que la acción filosófica era inseparable de un compromiso en sentido amplio y de una toma de partido, tanto en lo público como en lo privado. Durante la primera guerra del Golfo, pedí al conjunto de los miembros del departamento de filosofía que se posicionaran. Debo señalar que si se publicó, con la participación de Deleuze, un articulito en Libération, fue un poco bajo mi instigación. Le dije que era imposible no pronunciarse sobre aquella innoble guerra en Kuwait. Jamás he sido un activista propiamente dicho. Por otro lado, soy muy escéptico con respecto a la noción de organización. Desde el momento en que hay organización, hay claudicaciones, directivas y autoritarismo. Algo que choca con el compromiso filosófico tal como yo lo entiendo, es decir, un compromiso no organizacional. Acabo de terminar la redacción de un libro titulado Nourritures anarchistes, compuesto de reflexiones más o menos dispersas sobre esta búsqueda. El anarquismo es un ingrediente presente en todos lados. Cuando un pensamiento quiere ser libre y contestatario, se encuentra con la anarquía. Defino el anarquismo como el rechazo de las trascendencias, de las autoridades jerárquicas, pero también de las instancias, conceptos, nociones e instituciones (la nación, el Estado o la familia) que prevalecerían sobre las decisiones individuales. Es lo que la filosofía ha venido llamando, desde Bacon en el siglo XVII, los ídolos. La filosofía consuma la ruptura con los ídolos. (...)

(...) En el libro de entrevistas que acaba de aparecer, dice usted estar “a destiempo”. ¿Se trata de una forma de resistencia?
RS.- En principio, tenía la intención de titular este libro “Contratiempo”, guiado por una terminología tomada del célebre texto de Nietzsche Consideraciones intempestivas. Me siento intempestivo porque la tendencia va en el sentido del realismo y de la adopción de las formas del liberalismo. La derecha acusa a la izquierda de reaccionaria porque quiere mantener las conquistas sociales, resultado de las luchas seculares del siglo XIX. Yo no pierdo de vista los pensamientos emitidos por Fourier y Pasolini. Este último decía que el verdadero revolucionario no puede aparecer hoy más que como un reaccionario. La utopía da la posibilidad de no someterse a una fatalidad histórica compuesta de flexibilidad y privatización. Es aquí donde el pensamiento utópico abre una posibilidad de resistencia, sin esperar, aquí y ahora. Saber vivir en utopía y afirmarse uno mismo contra los eslóganes, contra los ídolos. Se nos dice que nuestra sociedad avanza hacia la individualización y que hay que perder el sentido de lo colectivo, de la comunidad. Ahora bien, la utopía es aspirar a la felicidad de las grandes masas, como decía Fourier. Hay que valorizar las nociones del comunismo, en el buen sentido del término. No someterse a los diktats de la opinión mediatizada. Y sigo persuadido de que la resistencia comienza por la desmitificación de los ídolos. (...)