jueves, 15 de diciembre de 2011

Shizuka Yokomizo

Shizuka Yokomizo, Stranger, 1998

Alguien mete un papel por debajo de la puerta de tu casa o la habitación del hotel. En él se puede leer:
“Querido extraño, soy una artista trabajando en un proyecto fotográfico que implica sacar fotografías a personas que no conozco… Me gustaría tomarte una fotografía de pie en tu habitación desde la calle  a la noche. Una cámara estará colocada fuera de la ventana en la calle. Si no te importa ser fotografiado, por favor colocate en la habitación y mira a la cámara durante 10 minutos el día XXXX a las XX:XX… Te sacaré una foto y me marcharé… permaneceremos desconocidos el uno para el otro… Si no quieres participar, por favor tan solo corre las cortinas para mostrar tu rechazo… Realmente espero verte por la ventana”.
Shizuka Yokomizo hizo eso para la serie “Stranger” y esto es lo que obtuvo.

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Shizuka Yokomizo (Tokio, 1966) ha ido elaborando toda su obra fotográfica en torno a tres ideas básicas:el otro, la soledad y el anonimato. Sus trabajos más recientes, Stranger y Untitled, van en esa línea:indagar las distintas relaciones con el otro; en algunos casos, el desconocido -como en Stranger- y en otros, como en Untitled, con modelos elegidos entre sus amigos, que al posar para su cámara intentan obviar que Yokomizo está ahí para inmortalizarlos.

Mª.L.P., Santa Cruz

(...)  De las más de 80 cartas enviadas, Shizuka Yokomizo recibió un cincuenta por ciento de respuestas positivas. Doce de esas instantáneas se muestran ahora en Leyendecker. Son grandes fotografías en las que el modelo aparece en una actitud despreocupada dentro su casa vistiendo, a sugerencia de la fotógrafa, una prenda que utilice diariamente.

Yokomizo no analiza más allá de ese momento en que se sitúa frente al extraño y dispara la cámara. "Me interesa el proceso en sí, una sensación extraña porque es un encuentro pactado con un personaje anónimo con el que acuerdas una cita en la que realmente no entras en contacto con él; disparas y ya está, él desaparece de tu vida y tu de la suya", añade la fotógrafa.

Su intervención en el resultado final es mínimo. Ni sugiere al extraño cómo debe posar ni impone lo que debe hacer. Alguna que otra vez, el extraño ha aceptado y ha aparecido en la ventana con una extraña indumentaria, como el caso de un parisino que quiso salir retratado subido a un trapecio. Pero esas anécdotas son mínimas. La mayoría de las veces el otro acepta el reto, y se presta al juego de Yokomizo. (...)

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