viernes, 16 de diciembre de 2011

Harry Callahan


(...) Fotógrafo inconformista, inquieto, humilde y crítico. Dueño de un estilo propio, a base de probar y equivocarse, no bajando nunca los brazos, la ilusión ni la ambición es uno de los grandes de este siglo. Me interesa mucho cualquiera de sus modalidades creativas, pero hay una que siempre me paraliza: el retrato y el paisaje unificados en su esposa, su hija y los lugares que visitaban los tres durante su vida cotidiana. Todos hacemos posar alguna vez a nuestra esposa delante de un edificio o una puesta de sol para añadirle dimensión humana a lo que recogerá nuestra cámara. Sin embargo, Callahan retrata a su mujer, un paisaje y los vuelve arquetipos.  (...)

(...) La facultad principal de Callahan es lograr preguntas en el espectador, que así vive la foto, la hace suya, llevándole a la memoria pero también al pensamiento. (...)

(...) los anónimos paseantes de las fotos de Callahan están representando a nuestra sociedad, de nuevo son personas y a la vez arquetipos; vistos críticamente pero sin maltratarles, sin presentarlos junto a sus miserias o su vacuidad existencial.
Todos son importantes para Callahan, que se fija en ellos un poco antes de fotografiarlos y luego los observa en el papel para preguntarles mudamente, para preguntarse a sí mismo. Nunca los utilizó: los buscaba. En la serie de rostros callejeros, casi presentados como en las fotos de carnet, Callahan dejó el fondo y el entorno desenfocados porque quería que nos mirásemos en esas caras, que buscáramos rasgos, expresiones, pensamientos a flor de piel que nos identificaran o nos llevaran a meditar. No es algo que él hiciera por primera vez, pues también realizó una serie semejante, en el metro, Walker Evans. (...)


Paco Ortiz (Grupo Indalafoto)

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