(...) When all else fails
We can whip the horses' eyes
And make then sleep
And cry...
(...) Cuando todo lo demás falle
Podemos azotar los ojos de los caballos
Y hacerles dormir
Y llorar...
En diciembre de 1889 Nietzsche comenzó a atravesar los que se consideran sus últimos días de lucidez mental. Envía las llamadas “cartas de la locura”, a sus amigos y personajes destacados de la época, en donde firma a veces como “El crucificado”, otra veces como “Dionisos”, etc. En esa etapa está enmarcado el célebre episodio de su abrazo a un caballo en plena vía pública, cuando éste era azotado a latigazos por el cochero, al que poco le importaba que el animal no pudiera seguir arrastrando la excesiva carga que se dice llevaba. Nietzsche se abrazó al caballo y no lo quería soltar bajo ninguna circunstancia. Llegó a pedirle disculpas en nombre de la humanidad por la brutalidad humana, mientras la policía acudía a solucionar el asunto. Pero sólo soltó el caballo cuando a la escena llegó el señor Fino, que era quien regenteaba la pensión de Turín donde se alojaba el filósofo y que era dueño de un quiosco ubicado precisamente en la plaza pública donde sucedieron los hechos. Al verlo, Nietzsche lo abrazó, llorando.
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