martes, 3 de mayo de 2011

La romanza del vino



Todo se mezcla en un vivo resplandor de alegría verde.
¡Oh! ¡La hermosa tarde de mayo! Todos los pájaros en coro,
Así como las esperanzas pasadas de mi corazón,
Modulando su preludio a mi encrucijada abierta.

¡Oh! ¡La hermosa tarde de mayo! ¡La alegre tarde de mayo!
Un órgano a lo lejos estalla en frías melodías;
Y los rayos, así como púrpuras espadas,
Punzan el corazón del día que se muere perfumado.

¡Estoy alegre! ¡Estoy alegre! En el cristal que canta,
Sirve, ¡Sirve el vino! ¡Sirve aún más y por siempre,
Para que pueda olvidar la tristeza de los días,
Dentro del odio que tengo de la muchedumbre mala!

¡Estoy alegre! ¡Estoy alegre! ¡Viva el vino y el Arte!...
Tengo el sueño de hacer también unos versos célebres,
Versos que gimen las músicas fúnebres
De los vientos de otoño que pasan lejos en la niebla.

Es el reino de la risa y la rabia
De se saberse poeta y el objeto del menosprecio,
¡De se saberse un corazón y ser comprendido solamente
Que por el claro de la luna y las grandes tardes de tormenta!

¡Mujeres! Bebo por ustedes quienes se ríen del camino
Donde el Ideal me llama abriendo sus brazos rosados;
¡Bebo por ustedes sobre todo, hombres de frentes sombrías
Que desprecian mi vida y rechazan mi mano!

¡Mientras que todo el azul se estrella en la gloria,
Y que un himno se entona al renacimiento dorado,
Sobre el día que expira, yo no lloro,
Yo que voy avanzando a tientas dentro de mi juventud negra!

¡Estoy alegre! ¡Estoy alegre! ¡Viva la tarde de mayo!
Estoy locamente alegre, sin estar ebrio!...
Será que estoy al fin feliz de vivir;
¿Finalmente mi corazón se habrá curado de gustar?

Las campanas cantaron; el viento de la tarde exhala...
Y mientras que el vino fluye a alegres mares,
Estoy tan alegre, si alegre, en mi risa sonora,
¡Oh, Si alegre que tengo miedo de estallar en sollozos!


Émile Nelligan