Determinación en la penuria
La muestra puede ser descrita como la victoria póstuma —una más— de una fotógrafa que sufrió varias decepciones, no pocos desprecios y una escandalosa falta de reconocimiento hasta su vejez. Las clases de periodismo que tomó en dos universidades le aburrieron. En París, donde vivió a principios de los años 20, aprendió el arte del revelado y la impresión de fotografías con Man Ray… quien acabó teniendo celos de ella cuando resultó ser demasiado buena.
Berenice Abbott descubrió para el mundo de la cultura a uno de los maestros de la fotografía, el francés Eugène Atget, y luchó por el reconocimiento de Lewis Hine, pero tuvo que malvender su abundante colección de Atget —de valor incalculable— para subsistir. Dedicó varios años a retratar el alma cambiante de Nueva York, en el periodo de entreguerras, y en los años de la Guerra Fría apostó por la fotografía científica.
Sin embargo, en palabras del fotógrafo Hank O'Neal, que tuvo un contacto muy estrecho en los últimos 19 años de vida de su carrera, Abbott "no conoció más que seis o siete años de relativa seguridad económica" y "tuvo que financiar por sí misma la parte esencial de su obra", pese a haber consagrado 67 años de su vida a la fotografía. (...)
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