-¿Le parece lógico comprar las palabras "odio" y "mentira"?
-Albert Camus: -El odio es en sí una mentira. Hace el silencio, instintivamente,
en torno a toda una parte del hombre. Niega lo que, en cualquier hombre,
merece compasión. Miente, por lo tanto, esencialmente sobre el orden de
las cosas. La mentira en cambio es más sutil. Cabe mentir sin odio, por
simple amor a sí. Por el contrario, todo hombre que odia se detesta en
cierto modo a sí mismo. No hay pues, un nexo lógico entre la mentira y
el odio, pero hay una filiación casi biológica entre el odio y la
mentira.
-En el mundo actual, presa de las exasperaciones internacionales, ¿no adopta a
menudo el odio la máscara de la mentira? Y la mentira, ¿no es una de las
mejores armas del odio, la más pérfida y quizá la más peligrosa?
-Albert Camus: -El odio no puede adaptar otra máscara, no puede privarse de esa
arma. No se puede odiar sin mentir. Y, a la inversa, no se puede decir
la verdad sin reemplazar el odio por la comprensión, que no tiene nada
que ver con la neutralidad. Un noventa por ciento de los periódicos, en
el mundo de hoy, mienten más o menos. Y es porque son, en diferentes
grados, portavoces del odio y la ceguera. Cuanto más odian, más mienten.
La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra
jerarquía. A falta de cosa mejor, mi simpatía recae en los raros que
mienten menos porque odian mal.
-Rostros actuales del odio en el mundo, ¿los hay nuevos, propios de las doctrinas y las circunstancias?
-Albert Camus: -El siglo XX no ha inventado el odio, por supuesto. Pero cultiva
una variedad particular que se llama odio frío, maridado con las
matemáticas y los grandes números. La diferencia entre la matanza de
los inocentes y nuestros ajustes de cuentas es una diferencia de escala.
¿Sabe usted que en veinticinco años, desde 1922 a 1947, setenta
millones de europeos, hombres, mujeres y niños, fueron desarraigados,
deportados o asesinados? En eso se ha convertido la tierra del
humanismo, a la que, pese a todas las protestas, hay que seguir llamando
la innoble Europa.
-¿Importancia privilegiada de la mentira?
-Albert Camus: -Su importancia proviene de que ninguna virtud puede aliarse con
ella sin perecer. El privilegio de la mentira estriba en vencer siempre a
quien pretende servirse de ella. Por eso los servidores de Dios y los
amantes del hombre traicionan a Dios y al hombre por razones que ellos
creen superiores. No, ninguna grandeza se ha fundado jamás sobre la
mentira. La mentira permite a veces vivir, pero nunca eleva. La
verdadera aristocracia, por ejemplo, no consiste sobre todo en batirse
en duelo. Consiste sobre todo en no mentir. La justicia, por su parte,
no consiste en abrir ciertas prisiones para cerrar otras. Consiste sobre
todo en no llamar mínimo vital a lo que apenas basta para mantener una
familia de perros, ni emancipación del proletariado a la supresión
radical de todas las ventajas conquistadas por la clase obrera desde
hace cien años. La libertad no es decir lo que sea y multiplicar la
prensa amarilla, ni instaurar la dictadura en nombre de una futura
liberación. La libertad consiste sobre todo en no mentir. Allá donde la
mentira prolifera, la tiranía se anuncia o se perpetúa.
-¿Asistimos a un regresión del amor y la verdad?
-
Albert Camus: En apariencia hoy todos aman a la humanidad (les gusta sangrante,
como los chuletones) y todos están en posesión de una verdad. Pero eso
no es sino una suprema decadencia. La verdad pulula sobre sus hijos
asesinados.
-¿Dónde están “Los justos”de la hora presente?
Albert Camus: En las cárceles y los campos de concentración, en su mayoría.
Pero en ellos se encuentran también los hombres libres. Los verdaderos
esclavos están en otras partes, dictando sus órdenes al mundo.
-En las actuales circunstancias, ¿no puede ser la Navidad un motivo de reflexión sobre la idea de tregua?
-Albert Camus: ¿Por qué esperar a Navidad? La muerte y la resurrección son de
todos los días. De todos los días, la injusticia y la verdadera
rebelión.
-¿Cree usted en la posibilidad de una tregua? ¿De qué tipo?
-Albert Camus: La que obtendremos al final de una resistencia sin tregua.
-Ha escrito usted, en el mito de Sísifo: “Sólo hay una acción útil, la que reharía
al hombre y a la tierra. Yo no reharé nunca a los hombres. Pero hay que
hacer como sí”. ¿Cómo desarrollaría usted hoy esta idea, en el marco de nuestra entrevista?
-Albert Camus: Yo era entonces más pesimista que ahora. Es cierto que no
reharemos a los hombres. Pero tampoco los rebajaremos. Al contrario, los
levantaremos un poco a fuerza de obstinación, de lucha contra la
injusticia, en nosotros y en los demás. Nadie nos ha prometido el alba
de la verdad, no hay un contrato, como dice Louis Guilloux. Pero la
verdad hay que construirla, como el amor, como la inteligencia. Nada nos
ha sido dado ni prometido, en efecto, pero para quién acepta emprender
algo y arriesgarse, todo es posible. Esa es la apuesta que hay que hacer
en estos momentos. Cuando nos sofocamos bajo la mentira y cuando
estamos acorralados. Hay que hacerla con tranquilidad, pero
irreductiblemente, y las puertas se abrirán.
Volumen 3. Obras completas Albert Camus. Alianza Editorial. 1996
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