lunes, 31 de octubre de 2011

Robert Frank


(...)  –Robert está aquí para contarnos eso—St. Petersburgo Florida los abueletes pensionistas en un banco de la bulliciosa calle principal apoyándose en sus bastones y hablando sobre la seguridad social y una increíble mujer (creo) Semínola medio negra tirando de su cigarrillo con sus propios pensamientos, una imagen tan pura como el más hermoso solo de tenor de jazz...
Una imagen tan americana—las caras no manipulan ni critican ni dicen nada excepto “Así es como somos en la vida real y si no te gusta no me importan ‘porque vivo mi vida a mi manera y que Dios nos bendiga a todos, tal vez”... “”si se merece”... (...)

(...) Robert Frank, suizo, discreto, amable, con esa pequeña cámara, que levanta y dispara con una mano se tragó un triste poema desde la misma América y lo pasó a película, haciéndose un sitio entre los grandes poetas trágicos del mundo.
A Robert Frank ahora le doy un mensaje: Tienes ojos.
Y digo: Esa pequeña vieja solitaria ascensorista que mira hacia arriba suspirando en un ascensor lleno de demonios borrosos, ¿cómo se llama? ¿dónde vive? ...

  
Prólogo de Jack Kerouac

Traducción de Marcos Canteli [texto de introducción al catálogo Los americanos del fotógrafo suizo Robert Frank.


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domingo, 30 de octubre de 2011

Octubre


 POEMA DE OCTUBRE


Cumplía treinta años, mi aniversario despertó hacia el cielo
cuando oí cómo hacía señales la mañana
con la oración del agua y el grito de cornejas y gaviotas
y el roce de las barcas en el muro trenzado por las redes
desde el puerto y los bosques vecinos
y los mejillones en sus charcas y la playa con garzas clericales
para que en un segundo me pusiera de pie
y echara a andar en el pueblo todavía dormido.

Mi cumpleaños empezó con los pájaros acuáticos
y con pájaros de árboles alados que volaban mi nombre
sobre las granjas y los blancos caballos
y yo me levanté en el lluvioso otoño
y eché a andar en el chaparrón de todos mis días,
Era en la pleamar y las garzas buceaban cuando tomé el camino fronterizo
y aun estaban cerrados los portales del pueblo
mientras el pueblo se iba despertando.

Toda una primavera de alondras en una nube rodante
y las matas a orillas del camino desbordaban de mirlos silbadores
y el sol de octubre a la manera del verano
sobre el hombro del cerro
fueron climas amigos y hubo dulces cantores
que llegaron de pronto en aquella mañana por la que yo vagaba
y escuchaba cómo se escurría la lluvia;
frío, el viento soplaba
en el bosque, muy lejos, a mis pies.

Pálida lluvia sobre el puerto encogido
sobre la iglesia mojada por el mar, tan pequeña
que semejaba un caracol con sus cuernos a través de la niebla
y del castillo pardo como los búhos;
pero todos los jardines de primavera y de verano
florecían en los cuentos fantásticos
detrás de la frontera y abajo de la nube invadida de alondras.
Allí podía yo maravillarme
mi cumpleaños se iba yendo pero el tiempo giraba alrededor.

Girando me apartaba del país jubiloso
bajaba por el aire cambiado y por el cielo alterado de azul
fluía de nuevo una maravilla de verano
con manzanas y peras y grosellas rojas:
y vi tan claro en el rodar del tiempo
aquellas olvidadas mañanas cuando un niño paseaba con su madre
por entre las parábolas del sol
y las leyendas de las verdes capillas

y por los campos de la infancia ya dos veces contados
porque sus lágrimas quemaron mis mejillas y su corazón se conmovió en el mío.
Estos eran los bosques y era el río y el mar
allí donde un muchacho
en el verano atento de los muertos
murmuraba la verdad de su gozo
a los árboles, las piedras y el pez en la marea.
Y el misterio cantó vivo
en el agua y en el gorjeo de los pájaros.

Y allí podía yo maravillarme
mientras mi cumpleaños se alejaba aunque el clima diera vuelta en redondo
y el gozo verdadero del niño muerto hace tanto tiempo
cantaba ardiendo bajo el sol.
Cumplía treinta años hacia el cielo y en el mediodía del verano
aunque la villa al fondo se cubriera de hojas por la sangre de octubre
oh que en este alto cerro
a la vuelta de un año
la verdad de mi corazón se cante todavía.


Dylan Thomas


jueves, 27 de octubre de 2011

Gregory Crewdson


Las fotografías de Crewdson parecen secuencias de películas en una escena que nunca termina, mostrando ambientes oníricos e inquietantes. Paisajes urbanos desolados, calles vacías misteriosas, personas que deambulan por calles mojadas, algunas desesperadamente solitarias. Hay mujeres desnudas que reflexionan cabizbajas y un hombre en silencio sentado en la cama se pierde en la penumbra. Gregory Crewdson dice que la construcción de estos escenarios es como la construcción del mundo. Sus fotografías ilustran con artística elocuencia la soledad, el desamparo, la confusión, la vida sin sentido y la alineación que campea en el sujeto americano típico. Gregory  nos muestra una belleza imperfecta que intenta captar retazos de la psique del americano, mostrándole en situaciones que no se sabe si sucederán, en cuadros que sugieren la expectativa de algo que se espera y nunca llega o denotan cierta sorpresa en el rostro del personaje de la foto y que solo el puede ver.

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viernes, 14 de octubre de 2011

Indian summer

Un verano indio se refiere a una época del año cuando las temperaturas son considerablemente superiores a lo normal.El término Indian Summer fechas se remontan a principios de 1800, con posibles conexiones a principios de tribus indias americanas, y normalmente se asocia con una franja de clima cálido y tranquilo en los meses de otoño. Aunque las circunstancias exactas que constituyen un verdadero indio de verano se debaten, la mayoría están de acuerdo en algunos aspectos sólidos que definen un verano indio. Muchas referencias a declarar un verano indio que un verano verdadero indio no puede ocurrir hasta que se ha producido una helada o congelar.


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viernes, 7 de octubre de 2011

Un paso más allá (fragmento artículo Manuel Hidalgo)


(...) El árbol de la vida -frente al prohibido árbol de la ciencia- era el árbol cuyos frutos estaban recomendados para Adán y Eva, pues significaba el conocimiento, la ley y la voluntad de Dios.

   ¿Cómo intentar recuperar el árbol de la vida, ser feliz pese al dolor y ser inmortal pese a haber comido del árbol de la ciencia? De eso trata la película de Malick, que recoge la línea temporal del cosmos -con la civilización en medio- para seguir la peripecia del Hombre y de una familia, del nacimiento a la muerte. No es un juego de palabras, pero la película tiene una estructura narrativa y temática arborescente. Ofrece frutos para elegir, con independencia de entender o no. Es una sinfonía, un poema de agua, aire y tierra. Y también una plegaria.

Es una película para quien tiene paciencia y capacidad contemplativa, para quien puede llegar a elaborar ideas a partir, sobre todo, de una experiencia sensorial y emocional. Lo que dice es sencillo: ama, sé bueno, haz las cosas bien, perdona. Los gestos del amor, el tacto del amor sobre los cuerpos. Ése es el antídoto contra el dolor y contra la muerte. De ahí surgen, también, la belleza y la bondad. El árbol de la vida no es una película pretenciosa, es muy ambiciosa. No es perfecta, es irresistible. No exige compresión, propone una conmoción que reaviva la inteligencia y la conciencia.


Manuel Hidalgo




sábado, 1 de octubre de 2011

“LA FILOSOFÍA consuma la ruptura con los ídolos”.


Entrevista con René Schérer (2007) 


(...) Usted distingue al intelectual que se adhiere a un partido político del intelectual que emprende un compromiso creativo e inventivo, en el que el filósofo define su propia acción. Usted ha probado ambos y elegido la segunda opción. ¿Por qué?
RS.- Mis pensamientos no están completamente determinados, pues han variado conforme envejecía. Al principio, cuando era joven, entendía el compromiso en un sentido sartreano. Sartre jamás se afilió a partido alguno, pero definió su compromiso en relación con el Partido Comunista. Yo estuve en el Partido Comunista, pero la cosa no funcionó y lo abandoné en 1954. Desde entonces no he vuelto a afiliarme a ningún partido o movimiento existente. Siempre he pensado que la acción filosófica era inseparable de un compromiso en sentido amplio y de una toma de partido, tanto en lo público como en lo privado. Durante la primera guerra del Golfo, pedí al conjunto de los miembros del departamento de filosofía que se posicionaran. Debo señalar que si se publicó, con la participación de Deleuze, un articulito en Libération, fue un poco bajo mi instigación. Le dije que era imposible no pronunciarse sobre aquella innoble guerra en Kuwait. Jamás he sido un activista propiamente dicho. Por otro lado, soy muy escéptico con respecto a la noción de organización. Desde el momento en que hay organización, hay claudicaciones, directivas y autoritarismo. Algo que choca con el compromiso filosófico tal como yo lo entiendo, es decir, un compromiso no organizacional. Acabo de terminar la redacción de un libro titulado Nourritures anarchistes, compuesto de reflexiones más o menos dispersas sobre esta búsqueda. El anarquismo es un ingrediente presente en todos lados. Cuando un pensamiento quiere ser libre y contestatario, se encuentra con la anarquía. Defino el anarquismo como el rechazo de las trascendencias, de las autoridades jerárquicas, pero también de las instancias, conceptos, nociones e instituciones (la nación, el Estado o la familia) que prevalecerían sobre las decisiones individuales. Es lo que la filosofía ha venido llamando, desde Bacon en el siglo XVII, los ídolos. La filosofía consuma la ruptura con los ídolos. (...)

(...) En el libro de entrevistas que acaba de aparecer, dice usted estar “a destiempo”. ¿Se trata de una forma de resistencia?
RS.- En principio, tenía la intención de titular este libro “Contratiempo”, guiado por una terminología tomada del célebre texto de Nietzsche Consideraciones intempestivas. Me siento intempestivo porque la tendencia va en el sentido del realismo y de la adopción de las formas del liberalismo. La derecha acusa a la izquierda de reaccionaria porque quiere mantener las conquistas sociales, resultado de las luchas seculares del siglo XIX. Yo no pierdo de vista los pensamientos emitidos por Fourier y Pasolini. Este último decía que el verdadero revolucionario no puede aparecer hoy más que como un reaccionario. La utopía da la posibilidad de no someterse a una fatalidad histórica compuesta de flexibilidad y privatización. Es aquí donde el pensamiento utópico abre una posibilidad de resistencia, sin esperar, aquí y ahora. Saber vivir en utopía y afirmarse uno mismo contra los eslóganes, contra los ídolos. Se nos dice que nuestra sociedad avanza hacia la individualización y que hay que perder el sentido de lo colectivo, de la comunidad. Ahora bien, la utopía es aspirar a la felicidad de las grandes masas, como decía Fourier. Hay que valorizar las nociones del comunismo, en el buen sentido del término. No someterse a los diktats de la opinión mediatizada. Y sigo persuadido de que la resistencia comienza por la desmitificación de los ídolos. (...)