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viernes, 19 de marzo de 2010

La Odisea


Escultura Jorge de Oteiza

«Ya terminó este inofensivo certamen; ahora veré si acierto a otro blanco que no ha alcanzado ningún hombre y Apolo me concede gloria.»

Así dijo, y apuntó la amarga saeta contra Antínoo. Levantaba éste una hermosa copa de oro de doble asa y la tenía en sus manos para beber el vino. La muerte no se le había venido a las mientes, pues ¿quién creería que, entre tantos convidados, uno, por valiente que fuera, iba a causarle funesta muerte y negro destino? Pero Odiseo le acertó en la garganta y le clavó una flecha; la punta le atravesó en línea recta el delicado cuello, se desplomó hacia atrás, la copa se le cayó de la mano al ser alcanzado y al punto un grueso chorro de humana sangre brotó de su nariz. Rápidamente golpeó con el pie y apartó de sí la mesa, la comida cayó al suelo y se mancharon el pan y la carne asada.

Los pretendientes levantaron gran tumulto en el palacio al verlo caer, se levantaron de sus asientos lanzándose por la sala y miraban por todas las bien construidas paredes, pero no había en ellas escudo ni poderosa lanza que poder coger. E increparon a Odiseo con coléricas palabras:

«Forastero, haces mal en disparar el arco contra los hombres; ya no tendrás que afrontar más certámenes, pues te espera terrible muerte. Has matado a uno que era el más excelente de los jóvenes de Itaca; te van a comer los buitres aquí mismo.»



© Apocatastasis: Literatura y Contenidos Seleccionados

miércoles, 17 de marzo de 2010

Las Elegías de Duino (1922)


Escultura, Jorge de Oteiza Enbil


La novena elegía

"¿Por qué, si es posible llevar el plazo de la existencia
como un laurel, un poco más verde que todo
lo otro verde, con pequeñas ondulaciones en la orilla
de cada hoja (como una sonrisa del viento): por qué,
entonces, tener que ser humanos -y, evitando el
destino, anhelar destino?..."



Rainer María Rilke
(Praga, 1875 - Suiza, 1926)
Versión de José Joaquín Blanco