Cansados de la fotografía aséptica, Walker Evans y Dorothea Lange
intentan reflejar los cambios en una América empobrecida por la Gran
Depresión de 1929. Walker Evans convivió durante seis semanas con una
familia de aparceros de una granja de Alabama. Sus retratos, de una gran
dignidad, se publicaron en el libro Encontremos ahora hombres famosos
en 1941. El rostro hundido y la mirada perdida de la Madre emigrante,
que captó Dorothea Lange en 1936, se convirtió en el icono de una
generación.
En idéntica línea de realismo social, William Eugene Smith publicó en la
revista Life en los años cincuenta su serie de Un pueblo español.
Deleitosa, en Extremadura, y los primeros planos de tres guardias
civiles con sus tricornios dieron la vuelta al mundo. “Trato primero de
entender yo mismo la fotografía, después miro con pasión lo que quiero
fotografiar”. El periodismo humanista y de sentimientos de Smith dio
paso a la escuela de Concerned Photography, formada por una serie de
artistas comprometidos, tocados por la emoción y las ganas de
comunicarla.miércoles, 2 de noviembre de 2011
martes, 1 de noviembre de 2011
Dorothea Lange
Fotógrafa del pueblo.
Así constaba en su tarjeta de visita.Aunque se inició estudiando en la CLARENCE WHITE SCHOOL, de marcado carácter pictoralista y posteriormente abrió un estudio en San Francisco, su salida a la calle como reportera marcó definitivamente las que serían las señas de identidad de su trabajo.
Su obra más conocida se desarrolla en los años 30, años de la depresión.
Una profunda crisis asola el país y miles de campesinos no tuvieron mas remedio que abandonar sus casas en busca de una tierra prometida.
https://www.artsy.net/artist/dorothea-lange
Dorothea Lange, es una de las fotógrafas más importantes y conocidas del siglo XX. La fotógrafa que trabajó con Steinbeck para "The San Francisco News" en sus reportajes "Los vagabundos de la Cosecha", en 1936, obra que sirvió al escritor como inspiración para su monumental "Las uvas de la ira". Su serie de fotografías a una demacrada mujer que emigraba desde el polvoriento medio-oeste americano hacia la presunta tierra prometida del sureste la célebre "Migrant Mother", con toda su polémica alrededor, se convirtió en la imagen predilecta de la "Gran Depresión", y todavía en nuestros días es una imagen recurrente de un periodo de escasez y desarraigo. Sus imágenes, en parte integradas en un proyecto del gobierno estadounidense para poner de relieve la tragedia de los desplazados del medio rural y dotar de dignidad a su situación, se convirtieron rápidamente en iconos de una parte de Estados Unidos que contrastaba radicalmente con el esplendor irreal de las grandes metrópolis o con la inalcanzable potencia industrial del noroeste y su Detroit, capital industrial del mundo... y origen de más de la mitad de los automóviles que lo recorrían.
En las obras de Lange, aparecen siempre en segundo plano, a veces como escenario y otras como actores secundarios, todos esos coches destartalados que los campesinos del medio oeste malcompraban para desplazarse a la "tierra prometida" californiana. Esos que Steinbeck retrataba de forma sórdida y hasta siniestra en el capítulo séptimo de "Las uvas de la ira". En las fotos de Lange, como en la obra de Steinbeck, el viaje es más una especie de maldición bíblica para los que deben abandonar sus tierras, cientos de familias Joad destinados a perder sus raíces en busca de un paraíso en la mayoría de los casos inexistente. La Biblioteca del Congreso de Estados Unidos tiene una gran cantidad de fondos fotográficos sobre la fotógrafa americana, aunque recientemente, en Photoespaña, se ha podido ver una exposición sobre su trabajo durante la Gran Depresión titulada "Los Años Difíciles".
Parte del trabajo de Lange estaba englobado dentro de un programa del gobierno americano destinado a dignificar la figura de los emigrantes interiores de los campos del medio - oeste, y sobre todo a dar a conocer al resto de la nación, focalizada en Michigan y las costas y su opulento desarrollo, el problema humano que se daba en el medio rural. Viendo hoy las fotografías, se aprecia mucho más de documentación desalentadora que de dignificación, pero lo cierto es que en torno a la obra de Lange hay una permanente sombra de polémica acerca de la "autenticidad" de sus imágenes, especialmente de la propia "Migrant Mother". Sin embargo, desde el punto de vista de la iconografía del viaje, y de lo que significa en un país motorizado como el Estados Unidos de antes de la Segunda Guerra Mundial, quizá no haya una foto más imponente e influyente que la agónica carretera retratada en 1938 "The Road West". Una impactante fotografía sobre la que Robert Frank volvería casi veinte años más tarde.
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lunes, 31 de octubre de 2011
Robert Frank
(...) –Robert está aquí para contarnos
eso—St. Petersburgo Florida los abueletes pensionistas en un banco de la
bulliciosa calle principal apoyándose en sus bastones y hablando sobre
la seguridad social y una increíble mujer (creo) Semínola medio negra
tirando de su cigarrillo con sus propios pensamientos, una imagen tan
pura como el más hermoso solo de tenor de jazz...
Una imagen tan americana—las caras no manipulan ni critican ni dicen
nada excepto “Así es como somos en la vida real y si no te gusta no me
importan ‘porque vivo mi vida a mi manera y que Dios nos bendiga a
todos, tal vez”... “”si se merece”... (...)
(...) Robert Frank, suizo, discreto,
amable, con esa pequeña cámara, que levanta y dispara con una mano se
tragó un triste poema desde la misma América y lo pasó a película,
haciéndose un sitio entre los grandes poetas trágicos del mundo.
A Robert Frank ahora le doy un mensaje: Tienes ojos.Y digo: Esa pequeña vieja solitaria ascensorista que mira hacia arriba suspirando en un ascensor lleno de demonios borrosos, ¿cómo se llama? ¿dónde vive? ...
Prólogo de Jack Kerouac
Traducción de Marcos Canteli [texto de introducción al catálogo Los americanos del fotógrafo suizo Robert Frank.
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domingo, 30 de octubre de 2011
Octubre
Cumplía treinta años, mi aniversario despertó hacia el cielo
cuando oí cómo hacía señales la mañana
con la oración del agua y el grito de cornejas y gaviotas
y el roce de las barcas en el muro trenzado por las redes
desde el puerto y los bosques vecinos
y los mejillones en sus charcas y la playa con garzas clericales
para que en un segundo me pusiera de pie
y echara a andar en el pueblo todavía dormido.
Mi cumpleaños empezó con los pájaros acuáticos
y con pájaros de árboles alados que volaban mi nombre
sobre las granjas y los blancos caballos
y yo me levanté en el lluvioso otoño
y eché a andar en el chaparrón de todos mis días,
Era en la pleamar y las garzas buceaban cuando tomé el camino fronterizo
y aun estaban cerrados los portales del pueblo
mientras el pueblo se iba despertando.
Toda una primavera de alondras en una nube rodante
y las matas a orillas del camino desbordaban de mirlos silbadores
y el sol de octubre a la manera del verano
sobre el hombro del cerro
fueron climas amigos y hubo dulces cantores
que llegaron de pronto en aquella mañana por la que yo vagaba
y escuchaba cómo se escurría la lluvia;
frío, el viento soplaba
en el bosque, muy lejos, a mis pies.
Pálida lluvia sobre el puerto encogido
sobre la iglesia mojada por el mar, tan pequeña
que semejaba un caracol con sus cuernos a través de la niebla
y del castillo pardo como los búhos;
pero todos los jardines de primavera y de verano
florecían en los cuentos fantásticos
detrás de la frontera y abajo de la nube invadida de alondras.
Allí podía yo maravillarme
mi cumpleaños se iba yendo pero el tiempo giraba alrededor.
Girando me apartaba del país jubiloso
bajaba por el aire cambiado y por el cielo alterado de azul
fluía de nuevo una maravilla de verano
con manzanas y peras y grosellas rojas:
y vi tan claro en el rodar del tiempo
aquellas olvidadas mañanas cuando un niño paseaba con su madre
por entre las parábolas del sol
y las leyendas de las verdes capillas
y por los campos de la infancia ya dos veces contados
porque sus lágrimas quemaron mis mejillas y su corazón se conmovió en el mío.
Estos eran los bosques y era el río y el mar
allí donde un muchacho
en el verano atento de los muertos
murmuraba la verdad de su gozo
a los árboles, las piedras y el pez en la marea.
Y el misterio cantó vivo
en el agua y en el gorjeo de los pájaros.
Y allí podía yo maravillarme
mientras mi cumpleaños se alejaba aunque el clima diera vuelta en redondo
y el gozo verdadero del niño muerto hace tanto tiempo
cantaba ardiendo bajo el sol.
Cumplía treinta años hacia el cielo y en el mediodía del verano
aunque la villa al fondo se cubriera de hojas por la sangre de octubre
oh que en este alto cerro
a la vuelta de un año
la verdad de mi corazón se cante todavía.
Dylan Thomas
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jueves, 27 de octubre de 2011
Gregory Crewdson
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viernes, 14 de octubre de 2011
Indian summer
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viernes, 7 de octubre de 2011
Un paso más allá (fragmento artículo Manuel Hidalgo)
(...) El árbol de la vida -frente al prohibido árbol de la ciencia- era el árbol cuyos frutos estaban recomendados para Adán y Eva, pues significaba el conocimiento, la ley y la voluntad de Dios.
¿Cómo intentar recuperar el árbol de la vida, ser feliz pese al dolor y ser inmortal pese a haber comido del árbol de la ciencia? De eso trata la película de Malick, que recoge la línea temporal del cosmos -con la civilización en medio- para seguir la peripecia del Hombre y de una familia, del nacimiento a la muerte. No es un juego de palabras, pero la película tiene una estructura narrativa y temática arborescente. Ofrece frutos para elegir, con independencia de entender o no. Es una sinfonía, un poema de agua, aire y tierra. Y también una plegaria.
Es una película para quien tiene paciencia y capacidad contemplativa, para quien puede llegar a elaborar ideas a partir, sobre todo, de una experiencia sensorial y emocional. Lo que dice es sencillo: ama, sé bueno, haz las cosas bien, perdona. Los gestos del amor, el tacto del amor sobre los cuerpos. Ése es el antídoto contra el dolor y contra la muerte. De ahí surgen, también, la belleza y la bondad. El árbol de la vida no es una película pretenciosa, es muy ambiciosa. No es perfecta, es irresistible. No exige compresión, propone una conmoción que reaviva la inteligencia y la conciencia.
Manuel Hidalgo
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